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Cultura Agustiniana

Canta y camina

“Canta y camina. ¿Qué significa camina? Avanza siempre en el bien… Si tú progresas y adelantas, caminas; mas progresa en el bien, progresa en la fe, progresa en las buenas costumbres. Canta y camina. No te vuelvas atrás, no te detengas”.

San Agustín.

Sermón 256,3

 

Colegio Agustiniano
2016-03-14T15:19:08-04:00

San Agustín.

Sermón 256,3

 

“Canta y camina. ¿Qué significa camina? Avanza siempre en el bien… Si tú progresas y adelantas, caminas; mas progresa en el […]

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Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos.

San Agustín

Colegio Agustiniano
2016-03-14T15:19:18-04:00

San Agustín

Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos.

Hambre y Sed de Justicia

“Si tienes hambre y sed de justicia, eres mendigo a la puerta de Dios. Otro mendigo llama a tu puerta. Lo que hagas con él, eso mismo hará Dios contigo”. (SERMÓN 11, 10).

San Agustín

Colegio Agustiniano
2018-05-08T14:10:59-04:00

San Agustín

“Si tienes hambre y sed de justicia, eres mendigo a la puerta de Dios. Otro mendigo llama a tu puerta. […]

Pensamiento agustiniano:

“No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos y los vicios los que los vuelven malos”
Colegio Agustiniano
2018-09-24T11:00:05-04:00
“No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos […]
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Cultura Agustiniana

A lo largo de la historia la Orden de san Agustín ha dado y sigue dando interesantes aportes a la ciencia, a las artes, etc. Ambrosio Calepino Los primeros diccionarios se llamaban ‘Calepinos’ porque fue un agustino, Ambrosio Calepino, OSA, quien organizó el primer diccionario.

Ambrosio Calepino (Bérgamo, 1440, 1510) Lexicógrafo italiano. Fue monje agustino y autor de un Diccionario de la lengua latina (1502), primero sólo latino italiano y, con posterioridad, aumentado con traducciones al francés, alemán e inglés.

«A pocos jóvenes de hoy resultará familiar el término calepino. No obstante, todavía el diccionario de la Real Academia Española recoge esta voz, aun marcándola como muy poco usada, con el significado de ‘diccionario latino’ y el Diccionario enciclopédico ilustrado de Plaza & Janés (1967) nos informaba de que «se designan con el nombre de calepino los apuntes necesarios para realizar un trabajo literario-científico».

El origen de esta denominación está en el gentilicio por el que es conocido Fray Ambrosio Calepino, lexicógrafo italiano nacido en Calepio (Bérgamo) en 1438 y que murió -ciego, por cierto- en 1511. Sabemos de este gran erudito que ingresó en la orden de San Agustín en 1458 y que consagró su vida a la elaboración de su famoso diccionario, que, con el título inicial de Cornucopiae fue por primera vez publicado en Reggio en 1502. La obra se convirtió en la enciclopedia de las gentes cultas del Renacimiento y su éxito fue tal que solamente entre 1542 y 1592 surgieron dieciocho ediciones de la mano de unos mismos editores (la familia de los Aldos). La mucho más tardía edición de Facciolati (Pavía, 1718) alcanzó numerosas reimpresiones antes de que la obra cayese en desuso.» Alonso de la Veracruz, OSA Nació en Caspueñas, en el Reino de Toledo (España), en el año 1509.

En junio de 1536 ingresa al noviciado de la Orden de San Agustín en México. Después de un tiempo en España, en 1573 regresó a América cargado con más de sesenta cajones de libros, con los que fundó en Tiripetío la que es considerada la primera Biblioteca en América; y así, al iniciar también el primer Centro de estudios superiores entre las Órdenes Religiosas, hizo de Tiripetío la “Atenas de la Nueva España”. Escribió varios libros: Recognitio Summularum, Speculum Conjugorium, Dialectica resolutio cum Textu Aristotelis, Summa Privilegiorum y un Curso de Artes, que fue el primer libro de texto publicado por la Universidad Real y Pontificia de México Gregorio Mendel, OSA

Gragorio Mendel

Nació el 22 de julio de 1822 en Heizendorf (hoy Hyncice, República Checa), en una familia campesina. El 9 de octubre de 1843 ingresó como novicio en el convento agustiniano de Brünn, conocido en la época por su gran reputación como centro de estudios y de trabajos científicos. Después de tres años, al finalizar su formación en teología, fue ordenado sacerdote, el 6 de agosto de 1847. En 1851 ingresó en la Universidad de Viena, donde estudió historia, botánica, física, química y matemáticas, para graduarse y ejercer como profesor de biología y matemáticas con excelente aprobación entre los estudiantes. Una vez finalizados sus estudios regresó al monasterio en 1854. Fue nombrado profesor de la Escuela Técnica de Brünn, donde dedicó la mayor parte de su tiempo a investigar la variedad, herencia y evolución de las plantas, especialmente de los guisantes, en un jardín del monasterio destinado a los experimentos. Sus aportaciones al mundo de la ciencia son consideradas hoy como fundamentales para el desarrollo de la genética.

En 1868, Mendel fue nombrado abad de su monasterio, donde murió el 6 de enero de 1884 a causa de una afección renal y cardiaca. En el monasterio, Mendel, comenzó estudiando las abejas. Entre 1856 y 1863 realizó experimentos sobre la hibridación de plantas. Trabajó con más de 28.000 plantas de distintas variantes del guisante oloroso, analizando con detalle siete pares de características de la semilla y la planta: la forma de la semilla, el color de los cotiledones, la forma de la vaina, el color de la vaina inmadura, la posición de las flores, el color de las flores y la longitud del tallo. Sus exhaustivos experimentos tuvieron como resultado el enunciado de tres principios que más tarde serían conocidos como «leyes de la herencia». Sus observaciones le permitieron acuñar varios términos que siguen empleándose en la genética de nuestros días: dominante, recesivo, factor e hibrido.
En 1865 Mendel expuso ante la Sociedad de Historia Natural de Brünn una extensa y detallada descripción de los experimentos que había llevado a cabo y de los resultados obtenidos. A pesar de su importancia, y de que su trabajo fue distribuido entre las principales sociedades científicas de su tiempo, pasó totalmente inadvertido. Al año siguiente, en 1866, publicó su obra fundamental en un pequeño boletín divulgativo de su ciudad, bajo el título “Ensayo sobre los híbridos vegetales”. En ella expuso la formulación de las leyes que llevan su nombre. Este ensayo contenía una descripción detallada de sus experimentos, pero su obra no tuvo respuesta alguna entre la comunidad científica de la época. De hecho, Mendel intercambió correspondencia con uno de los más eminentes botánicos del momento, Carl Nágeli, aunque éste no pareció muy impresionado por su trabajo.

Tuvieron que pasar treinta y cinco años para que la olvidada monografía de Mendel saliera a la luz. En 1900 se produjo el redescubrimiento, de forma prácticamente simultánea, de las leyes de Mendel por parte de tres botánicos: el holandés Hugo de Vries en Alemania, Eric Von Tschermak en Austria y Karl Erich Correns en Inglaterra. Asombrados por el sencillo planteamiento experimental y el análisis cuantitativo de sus datos, repitieron sus experimentos y comprobaron la regularidad matemática de los fenómenos de la herencia, al obtener resultados similares. Al conocer de forma fortuita que Mendel les había precedido en sus estudios, estuvieron de acuerdo en reconocerle como el descubridor de las leyes que llevan su nombre. El británico William Bateson otorgó un gran impulso a dichas leyes, considerándolas como base de la genética (hoy llamada genética clásica o mendeliana), término que acuñó en 1905 para designar la «ciencia dedicada al estudio de los fenómenos de la herencia y de la variación de los seres». En 1902, Boyen y Sutton descubrieron, de forma independiente, la existencia de un comportamiento similar entre los principios mendelianos y los cromosomas en la meiosis. En 1909 el danés Wilhelm Johannsen introdujo el término «gen» definiéndolo como «una palabrita…, útil como expresión para los factores unitarios… que se ha demostrado que está en los gametos por los investigadores modernos del mendelismo».

Sin embargo, no fue hasta finales de la década de 1920 y comienzos de 1930 cuando se comprendió el verdadero alcance del trabajo de Mendel, en especial en lo que se refiere a la teoría evolutiva.