Sistema de Valores
Nuestra acción docente y educativa se inspira en una propuesta coherente de valores que se expresan en una vivencia de actitudes: que nuestros alumnos no sólo aprendan a pensar y a hacer sino a ser y compartir.
En este sentido, el Colegio asume los valores y principios sobre los que se asienta un estado democrático de derecho, a saber: respeto a los derechos y libertades fundamentales y educación para la tolerancia y la libertad dentro de los principios democráticos de convivencia.
En su dimensión de «escuela cristiana» pretende que nuestro quehacer esté motivado por los valores evangélicos de:
- Acogida a los demás.
- Autenticidad y coherencia en la vida personal y de grupo.
- Serenidad y valentía ante las dificultades.
- Ilusión y esperanza ante el futuro.
- Compromiso ante la sociedad.
- Atención preferente ante los necesitados y marginados.
En su dimensión de «escuela agustiniana» quiere comprometerse con el proyecto de hombre agustiniano y para ello quiere educar a sus alumnos en los siguientes valores y actitudes:
1. El Amor como fundamento de la vida
a. Definición:
Amar es querer el bien para el otro. Es la tendencia o fuerza más profunda del hombre que nos mueve a obrar, nos arrastra y conduce, como norma suprema, en la acción. El amor de Dios es lo que nos hace amar bien todas las cosas que amamos. Se convierte el amor en la dimensión estructural de la persona y la fuerza que tensiona al hombre en dos dimensiones: hacia el bien o hacia el mal. El amor al mundo que es desordenado y fuente de preocupaciones, tristezas, temores, discordias, guerras, engaños… El amor de Dios que es ordenado, unidad, perdón, reconciliación, disponibilidad, entrega y servicio. De aquí que el hombre será lo que ame. El amor bueno o malo hace que sean buenos o malos los pensamientos, los deseos y acciones que de él se derivan. El amor es por tanto:
- La substancia de la vida humana y cristiana.
- La fuerza o tendencia más profunda del hombre: «Cada uno es lo que es su amor».
- El peso orientador de la persona: «Mi amor es mi peso».
- La norma suprema de conducta: «Ama y haz lo que quieras».
b. Valores implícitos en el AMOR:
- Amistad.
- Respeto.
- Comunicación.
- Sensibilidad.
- Capacidad de acoger y aceptar a otros.
- Diálogo.
- Felicidad.
- Compartir.
c. Actitudes:
- No hacer nunca mal a nadie.
- No pensar mal de nadie sin motivo.
- No hablar mal de nadie.
- No hacer sufrir directamente (con palabras o acciones) a otras personas.
- Tener por norma suprema de la vida hacer todo el bien que se pueda a las personas, especialmente a las más necesitadas.
- Tener mente limpia y corazón noble en nuestros juicios y palabras respecto de otros.
- Amabilidad para con todos, especialmente para los menos queridos.
- Disponibilidad para ayudar a las personas, comenzando por los cercanos (familia, compañeros de estudio o trabajo, vecinos, etc.).
- Espíritu de colaboración, de solidaridad con todos.
- Generosidad y entrega en favor de los otros.
- Ayuda a los demás en la búsqueda y posesión del máximo bien que es Dios.
- Ser amigable, acogedor, comunicativo, sensible a lo que sucede a los otros, dialogante, actitud de escucha, servicial.
2. La interioridad como camino hacia la Verdad
a. Definición:
La interioridad agustiniana como método y forma de ver la vida; como proceso hacia el interior que es donde está el fundamento de la verdadera trascendencia. Dios y desde donde Dios más nos habla: es el maestro interior; como proceso para descubrir la propia identidad humana y sus riquezas, valores, habilidades. En nuestro interior se encuentra la verdadera libertad y los bienes interiores nadie podrá quitárnoslos contra nuestra voluntad.
La interioridad es, por tanto, una actitud fundamental en virtud de la cual se opta preferentemente por las capacidades y valores que tiene el mundo interior de la persona como centro de gravedad de toda su vida y actuación. Es el mejor camino para descubrir toda clase de verdades (científicas y de la vida) y a la VERDAD (Cristo):
- Como llamada, invita a mirar hacia el interior, señalando la dirección.
- Como método o camino, conduce hacia la verdad.
- Como búsqueda, estimula a luchar hasta descubrir los valores auténticos.
- Como proceso, formenta la autorrealización, el progreso, la renovación.
- Como modo de pensar, enriquece el conocimiento y dinamiza el desarrollo de la persona.
- Como forma de vida, opta por los valores más profundos (Dios) tratando de personalizarlos, es decir, vivir de acuerdo con ellos.
b. Valores implícitos en la INTERIORIDAD:
- Preferir SER a TENER.
- Dignidad de la persona humana.
- Capacidad autocrítica.
- Capacidad de dirección.
- Creatividad y renovación contínua.
c. Actitudes:
- Superación de la frivolidad.
- Superación del hombre esclavo del mundo material y sensible.
- Superación del hombre que vive de los acontecimientos vanos.
- Superación del hombre que vive descentrado y desparramado en su afectividad.
- Sensibilidad y atención hacia las cosas importantes.
- Interés por los grandes acontecimientos individuales y sociales.
- Sensibilidad y atención hacia el arte y la cultura.
- Sensibilidad y búsqueda de las verdades y de la VERDAD.
- Aprecio y práctica de la nobleza y de la sinceridad.
- Madurez alcanzada en la unificación de la vida afectiva que tiene su centro en Dios.
d. Consecuencias prácticas:
- Descubrimiento de la propia identidad.
- Valoración de lo humano.
- Formación de una escala de valores.
- Fortalecimiento de la libertad.
- Adquirir conciencia de las propias limitaciones.
- Disfrutar del trabajo y de la vida (alegría).
3. La Amistad componente de la vida
a. Definición:
La amistad es « amor de alma a alma», y lo mismo que el amor, puede ser buena o mala, ser meramente humana o alcanzar el nivel de la vivencia cristiana. En San Agustín es una de las experiencias más ricas e intensas y será un componente humano de su vida cristiana y monástica.
Amistad es conversar y reír juntos, porfiar y hacerse regalos, leer en común libros entretenidos, hacerse bromas, discutir algunas veces, sin reñir, como disiente uno consigo mismo, enseñar al otro y aprender de él, sentir la impaciente soledad de la ausencia y recibir con alegría al que retorna. Por eso, la amistad es amabilidad, diálogo confidente y solidario, comprensión, sencillez, respeto mutuo, donación de sí mismo para el bien común.
b. Actitudes:
Amar el bien más que al amigo
- Valentía para decir no al amigo cuando nos quiere llevar por el mal camino.
- Odiar lo que daña al amigo aunque a él le guste.
- Amar a los amigos pero no amar sus defectos ni aprobar sus errores.
- No desagradar a Dios por amor de un amigo.
Amar ordenadamente al amigo
- Amor desinteresado sin esperar nada a cambio.
- Amar al amigo como a uno mismo: todo lo que quieras para ti debes quererlo para tus amigos.
- Amar al amigo por él mismo, no por interés o conveniencia.
- Actitud de confianza con los amigos.
- Actitud de fidelidad en los momentos favorables y en los difíciles cuando el amigo está arriba y cuando está tirado en el suelo, cuando es admirado o cuando es despreciado.
- La verdadera amistad, a nivel cristiano, tiene a amar a Dios en el amigo, porque ya está o para que esté con él.
4. La inquietud y búsqueda, compromiso de acción
a. Definición:
El « nos hiciste Señor para Ti e inquieto está nuestro corazón hasta descansar en Ti» y la itinerante vida de San Agustín nos impulsa a que para nosotros, la vida sea una búsqueda.
Búsqueda de Dios y tendencia natural hacia la verdad; felicidad, claridad, perfección, investigación, estudio. Búsqueda progresiva: «buscar para encontrar y encontrar para seguir buscando». Buscar juntos (esfuerzo del que busca) y encontrar en el diálogo (alegría del que encuentra). Buscan en las cosas, pero sobre todo, en uno mismo (en el interior del hombre habita la verdad).
b. Actitudes:
- Actitud de búsqueda incesante.
- Actitud de búsqueda en grupo.
- Actitud crítica.
- Espíritu de lucha.
5. La Comunidad camino hacia la solidaridad y convivencia
a. Definición:
Para San Agustín, la persona tiene un constitutivo social. Por su naturaleza tiende a comunicarse. El espíritu comunitario agustiniano tiene su fuente en el amor y este amor crea una actitud de vida en la que se «anteponen las cosas comunes a las propias, no las propias a las comunes». La comunidad se hace por medio de la relación y de la comunicación. Lo que une a los hombres no es la proximidad física, sino el «consentimiento». Se opone por tanto al egoísmo y al individualismo. Se da como proceso ascendente en tres formas y en tres grados: A. Como solidaridad en ayuda al necesitado. B. Como convivencia humana y cristiana. C. Como vida religiosa en comunidad.
b. Valores implícitos en la COMUNIDAD:
- Igualdad, diálogo, participación.
- Comunicación, pluralismo, respeto.
- Fomento de la vida en familia en unidad y respeto.
- Cumplimiento de la normativa escolar, cívica, etc..
c. Actitudes:
- Superación del egoísmo y del individualismo.
- Superación de la avaricia y del consumismo.
- Superación del amor propio.
- Superación de la envidia.
- Superación de la crítica destructiva.
- Actitudes de solidaridad, generosidad y desprendimiento.
- Amor solidario y preferencial por los pobres y necesitados.
- Anteponer el bien común al propio.
- Recordar más los derechos ajenos y las obligaciones propias que los derechos propios y las obligaciones ajenas.
- Espíritu de colaboración y disponibilidad en favor del bien común.
- Crítica constructiva y fraterna.
- Diálogo y encuentros interpersonales.
- Practicar la caridad, amar la verdad, desear la unidad
d. Consecuencias prácticas:
- Esfuerzo para integrarse en la sociedad.
- Fomentar el trabajo en equipo.
- Fomentar la igualdad y la libertad.
- Aceptar a los otros.
- Escuchar y valorar a los otros.
- Eliminar toda forma de esclavitud, explotación, opresión, manipulación de las personas.
- Erradicar la adulación, hipocresía, apariencias falsas.
6. La Libertad que se ejerce con responsabilidad
a. Definición:
La libertad agustiniana, la verdadera, consiste en vivir liberado de las esclavitudes morales, esto es, de los vicios, defectos y malas acciones, y en la capacidad para hacer con facilidad y gozo el bien, es decir, amar a Dios y a los hermanos. Somos libres cuando procedemos siempre con rectitud; entonces es cuando no estamos atados a nada ni a nadie. Esto es la auténtica «madurez personal» de donde nace la libertad. La responsabilidad es siempre una condición necesaria para la auténtica libertad, ya que «la verdadera libertad no consiste en hacer lo que nos da la gana (libertinaje), sino en hacer lo que tenemos que hacer (responsabilidad) porque nos da la gana» (San Agustín).
b. Actitudes:
No dejarse esclavizar por nada ni por nadie
- Saber decir no a cualquier esclavitud que venga del dinero, de la comodidad, del placer, del egoísmo, de la soberbia, etc.
- No ser esclavo del miedo, del «que dirán», de las aprobaciones de los líderes, de los poderosos, y ni siquiera de los amigos.
Libertad para la verdad y para el bien
- Decir la verdad a los débiles y a los poderosos.
- Dar la razón al que la tiene, seamos nosotros, el otro, el amigo, el enemigo, el líder y poderoso, el débil y acomplejado.
- Coraje para manifestarse cristianos y vivir como tales.
- Capacidad para la entrega generosa en favor de los demás.
- Asumir y vivir los valores morales, humanos y cristianos, de un modo positivo, no como esclavos bajo la ley, sino como hijos constituidos en gracia.
- Entregar libremente la vida a Cristo y recibir de El la verdadera y plena libertad, viviendo así, en la alegría y en la esperanza, la propia existencia como humana y como cristiana.
7. La solidaridad como expresión de la Justicia, de la amistad y de la fraternidad universal
a. Definición:
La solidaridad es vivir unidos a otras personas y grupos humanos, compartiendo sus intereses y necesidades, compensando las limitaciones, fomentando la práctica de la justicia y la colaboración, porque «todos somos prójimos unos de otros por la común condición de nacimiento terreno y hermanos unos de otros por la común esperanza de la heredad celestial» (San Agustín).
b. Actitudes:
- Compañerismo y fidelidad a los amigos.
- Respeto y reconocimiento del otro en sus ideas, opiniones y creencias.
- Comprensión, tolerancia y respeto hacia las creencias, actitudes, formas de vida, etc., de otras personas y grupos.
- Valoración y defensa del pluralismo democrático.
- Rechazo de todo tipo de discriminaciones debidas a las características personales o sociales.
- Sensibilidad hacia los problemas de la humanidad en el mundo contemporáneo.
- Bondad, alegría y ternura en las relaciones interpersonales.
- Desprendimiento y generosidad, anteponiendo el bien común al propio, es decir, renunciar a intereses egoístas por el bien del otro.
- Colaboración y ayuda en la solución de los problemas que surgen en nuestro alrededor.
- Participación en el trabajo en equipo con interés, sabiendo escuchar y respetando los distintos puntos de vista.
- Apoyo a las campañas que promueven ayuda a los grupos humanos más necesitados.
- Ayudar a los compañeros más necesitados en sus estudios o en cualquier otra necesidad compartiendo con ellos nuestros conocimientos y despertando confianza y seguridad.
8. La paz que nace en el corazón de cada hombre
a. Definición:
La paz, como valor cristiano, se fragua no en el plano de las ideas, sino de las vivencias. Va más allá del simple pacifismo, alcanza al ser íntimo de la persona y se fundamenta en la honradez, en la sinceridad, en la coherencia entre lo que se piensa y lo que se vive, en la verdad, en la libertad, en la solidaridad, en la justicia, en definitiva, en el amor. Es decir, la paz no es ausencia o carencia de lo negativo, sino presencia de algo positivo. «No basta con ser pacífico, hay que ser hacedor de paz. No basta con no odiar o ignorar a los enemigos, hay que amarles como hermanos» (San Agustín).
b. Actitudes:
- Ser justos y ecuánimes en los juicios y valoraciones de los demás.
- Ser tolerantes con las distintas opiniones y formas de pensar.
- Perdonar a las personas, aunque haya que corregir siempre sus errores.
- Valoración de la autoestima como expresión de la paz interior.
- Apoyo y participación en las campañas e iniciativas cuyo fin es promover la paz.
- Respeto y aprecio a la naturaleza como expresión de la belleza y armonía que el Creador ha puesto en ella.
- Valorar y respetar las instituciones democráticas, como instrumentos adecuados para lograr una pacífica convivencia social.
- Rechazo de las actitudes y conductas que ponen en peligro los derechos y libertades por razones de raza, sexo, cultura y religión.