Entendemos La Educación como el proceso que ha de conducir a la persona al desarrollo máximo de sus potencialidades y que le ha de permitir descubrir los distintos roles a los que tendrá posibilidad de acceder en la sociedad. En este sentido, la finalidad de la tarea de Orientación, lejos ya de la concepción clásica de la orientación únicamente como ayuda cuando hay un serio problema o en el momento de ingreso a una carrera universitaria, es facilitarle al individuo una ayuda que lo conduzca a la realización óptima de su proceso instructivo y a la integración de sus capacidades, aptitudes, actitudes, intereses y expectativas.
Aisenson (1997:28) expresa que, las tendencias actuales de los servicios de orientación se pueden sintetizar en lo siguiente:
- La orientación se considera cada vez más como un proceso continuo y permanente, desde la escuela al período de transición a la vida adulta y profesional, accesible durante el transcurso de toda la vida, como apoyo para el desarrollo integral del joven.
- La orientación es abordada desde un amplio abanico de intervenciones, con la participación de una red de personas y organismos diversos.
San Agustín dice: AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS y Freud (1972) considera que la prueba más inequívoca del óptimo desarrollo de la personalidad viene dada por la capacidad de amar y trabajar de manera efectiva. Ello supone definir la noción de madurez de acuerdo con dos de los valores propios de nuestra cultura: la capacidad de dar y provocar amor y la de ejercer un comportamiento productivo para sí mismo y para la sociedad.
Los principales sucesos que marcan la personalidad del joven (hasta 35 años) son el encuentro de una ocupación y la formación de una nueva familia. Ambos son compromisos de larga duración, y tienen el efecto de restringir la amplitud de actividades características de la adolescencia. Pero debe lograr un adecuado desarrollo madurativo para llegar hasta este punto con amplias prerrogativas.
El joven es alguien que conserva más expectativas respecto al futuro, que logros actuales, durante su formación en la escuela, nivel medio. En general esta es una etapa en la que se planea y se comienza a obtener algunos resultados en relación con dichos planes, pero en la cual subsisten aún muchas ilusiones por encima de las realidades. Tiene en general mucho que hacer y se maneja en un ambiente muy competitivo. En esta etapa de la vida, la sociedad tiene muchos candidatos para pocos sitios de relevancia en el escalón que sigue en la pirámide.
En la actualidad la sociedad le exige al joven que tenga conocimientos cualificados, que se capacite permanentemente, que logre niveles de excelencia y calidad óptimos, que tenga capacidad de adaptarse a situaciones nuevas, que posea inventiva, que se integre a grupos, que tenga plasticidad para el cambio, etc. (Veinsten, 1998).
Bajo esta perspectiva Veinsten se plantea el siguiente interrogante: ¿Cuál será el nudo para la tarea del orientador? ¿Atender al Ser de las personas o atender al Hacer? El desafío, señala, es cómo lograr la integración sin dejar huérfano ninguno de estos aspectos: por un lado la interioridad de las personas y por otro el estudio de las condiciones del mercado laboral. Cómo se halla la persona preparada para enfrentar estas condiciones, hasta dónde está dispuesta a ceder de sí misma para acceder al sí del otro.
El favorecimiento por parte del orientador de los replanteos a partir de uno mismo, centrados en el sí mismo y no en los otros, es lo que permitirá la búsqueda de opciones con libertad, ayudando para que cada uno analice los recursos propios de los que dispone para apropiarse de la realidad, aquellos de cuáles debería disponer y cómo debería utilizarlos para efectuar transformaciones propias.
El objeto de la tarea propiamente orientadora, incluye cualquier faceta de la actividad humana: en el sistema educativo, en la transición hacia el trabajo, en la vida profesional y post profesional, e incluso en el tiempo libre (Lobato y Martínez, 1995).